16Hijo, derrama lágrimas por un muerto,
y profundamente afectado, empieza
la lamentación;
luego, amortaja su cuerpo como es debido,
y no descuides su sepultura.
17Llora con amargura, pero concluye tu lamento;
18que el luto sea proporcionado a su dignidad:
un día o dos para evitar maledicencias;
después consuélate de tu dolor,
19pues la melancolía acarrea la muerte,
y la tristeza del corazón merma las fuerzas.
20En el aislamiento subsiste la tristeza,
y una vida de miseria es maldición para
el corazón.
21No entregues tu corazón a la tristeza;
apártala de ti recordando tu porvenir.
22No te olvides de que no hay retorno;
al difunto no le serás útil y te harás mal a
ti mismo.
23Recuerda su destino, pues también será el tuyo:
«Ayer fue a hoy será a ti
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Del Libro del Eclesiastés 38, 16-23